martes, 18 de mayo de 2010

mundial y bicentenario

Hace años ya, cada vez que llega el 2 de abril y ante los actos, discursos y homenajes varios, me invade cierta sensación de tristeza, acompañada de un enojo. Siento tristeza, por supuesto, al ver imágenes de jóvenes argentinos muriendo ridículamente en las islas pero siento sobre todo enojo e indignación al ver que se vuelve a reivindicar el sentimiento nacionalista, que se vuelve a reclamar por las islas y que nunca, en ningún lado, se advierte sobre los terrores del nacionalismo que llevaron a tantos jóvenes a la muerte. Recuerdo cada vez que se habla de la guerra de Malvinas, ciertas palabras de Maristella Svampa que son exactamente las palabras que hubiera querido escuchar en cada acto y en cada homenaje:

Esa foto de Galtieri saludando en una plaza colmada nos lleva a preguntarnos cuán ambivalente puede ser un sentimiento colectivo, sobre todo si este es, como sucede en este caso, tenazmente inculcado desde temprana edad en todas las escuelas del país, desde la Quiaca a Tierra del Fuego. ¿O acaso alguien podía poner en duda que las Malvinas eran Argentinas? ¿Cuántos argentinos y argentinas estuvieron presentes aquél día en que la dictadura militar tuvo su único baño de pueblo, antes de que la guerra se convirtiera en un literal baño de sangre que terminaría con la vida de tantos jóvenes argentinos de entre 18 y 20 años? ¿Cuántos de ellos habían estado tres días antes en aquella marcha de la CGT, reprimida tan duramente? ¿Cuántos argentinos privados de sus derechos civiles y políticos se regodearon en ese inesperado sentimiento de unión nacional, minimizando el alcance político y militar que podía llegar a tener este brusco pasaje del enemigo interno al enemigo externo?


Ahora que se acercan el mundial y el bicentenario, con todas sus parafernalias y cachivaches nacionalistas, con todas sus banderitas blancas y celestes, me parece momento de recordarlo:

Valdría la pena no olvidar que Malvinas -a través de esta foto, en esta histórica plaza- interpela también al conjunto de la sociedad argentina, en la medida en que puso al desnudo la faz más oscura de un sentimiento colectivo.

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